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Mensaje de noviembre de 2019 de la Obispa Presidente Elizabeth Eaton

 
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TEMPORADA DE DUDAS

Cuando servía como pastora parroquial, a veces me preguntaban si se podía ser un cristiano fiel y a la vez dudar. ¿Se podía ser discípulo y también cuestionar?

Los feligreses titubeaban en preguntar por temor de enfrentar juicio —el divino y el mío. De alguna manera se nos ha metido en la cabeza que la duda no tiene parte en la fe, que las preguntas representan deslealtad, y que la angustia, e incluso la ira, son una ofensa a Dios.

Recordamos a los héroes de la Biblia, fuertes y firmes. Consideramos la vida de los santos y mártires que ante la muerte permanecían decididos. Seguramente estos héroes y mártires son ejemplos de fe. Nuestras dudas y preguntas revelan cuán cortos nos hemos quedado nosotros.

Cuando mi familia y yo nos mudamos de Columbus a Ashtabula, Ohio, pudimos encontrar una casa que tenía un terrenito, más o menos un cuarto de acre. Se podía cortar el césped de nuestra casa en Columbus con una bordeadora. Ahora tenía espacio para un huerto adecuado. Tenía que quitar la hierba del patio trasero para llegar a la buena tierra negra. Me sentía como los pioneros noruegos de Giants in the Earth  [Gigantes en la Tierra], y probablemente tenía suficientes planchas de césped como para comenzar una casa de césped.

Diseñé mi hurto según un plano que vi en Martha Stewart Living [Vida al estilo Martha Stewart] (Yuxtaposición extraña: casa de césped y Martha Stewart.) Luego planté. Las semillas de zanahoria fueron sólo uno de los tipos de semillas que sembré, visualizando una cosecha abundante. Tuve bastante buena suerte ese primer año: maíz, patatas, rábanos, tomates, y zanahorias.

Luego llegó el invierno.

Así que, antes de que se burlen ustedes los de Alaska, Dakota, Montana, y Minnesota; en Ohio también puede haber inviernos largos e intensos. Ashtabula está ubicada en el cinturón de nieve. Antes de que el lago Erie se congele, las tormentas pueden azotar el lago, recoger humedad, y arrojar nieve al llegar a tierra. A esta nieve se le conoce como nieve de efecto lago. Se sabe que en Buffalo, N.Y., han llegado a caer 7 pies de nieve en una sola tormenta. Ashtabula no se le queda muy atrás.

La nieve y el frío están bien en noviembre y diciembre. Las fiestas de Acción de Gracias, la anticipación del Adviento, y la alegría navideña hacen que el clima y las noches largas parezcan acogedores, e incluso como “la oscuridad cercana y santa” que el poeta Dylan Thomas describe en A Child’s Christmas in Wales [La Navidad de un niño en Gales].

La nieve y el frío son aceptados de mala gana en enero y febrero, pero en marzo ya nos hemos hastiado. Ansiamos ver nueva vida. Ansiamos mirar verde. Recuerdo cuando una barredora de nieve accidentalmente se fue un poco más lejos y descubrió 3 pies de césped. Nosotros solamente lo miramos fijamente.

Cuando la nieve comenzó a derretirse, inspeccioné el huerto, pensando en una nueva estación y en nuevos brotes. Entonces noté algo —las hojas verdes de las zanahorias. Algunas de las zanahorias habían aguantado el invierno. A través de la nieve, a través del frío, a través de las largas noches, la vida había continuado. Sin que yo lo supiera, sin que yo hiciera nada al respecto, las zanahorias sobrevivieron.

La duda puede verse como el invierno: largo, frío, estéril. Puede sentirse aislador y solitario. Estas son experiencias naturales y verdaderas. Lo que no es cierto es que la duda es ausencia de fe. La duda es parte de la fe. Escuchamos de la duda en las Escrituras, y Jesús nunca le huye. Un padre que buscaba la curación para su hijo gritó: “¡Sí creo! ¡Ayúdame en mi poca fe!” y Jesús sanó al niño (Marcos 9:24). Cristo resucitado se apareció a sus discípulos, y algunos no acababan de creerlo a causa de la alegría (Lucas 24:41). Aun así, Jesús los envió a comprartir las buenas nuevas.

La fe, igual que las zanahorias que aguantaron el invierno, vive incluso en nuestros inviernos. Dios todavía actúa y sustenta, incluso cuando nosotros no podemos. La duda y el cuestionamiento nos llevan a una relación más profunda con Dios.

Dios puede aguantarlo, y Dios nos ayudará a sobrellevar el invierno.

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